martes, 20 de septiembre de 2011

TRÁFICO DE ARMAS: UNA REALIDAD QUE NO QUIEREN QUE CONOZCAMOS

Ya sé que los medios de comunicación, las tertulias y las conversaciones de estos días/semanas/meses versan mayormente sobre la crisis económica, los recortes sociales y el cercano colapso del capitalismo financiero. Sin embargo, existen otras realidades mudas, atroces, a las cuales hay que poner voz y difundir para que la vergüenza caiga sobre quien procede, que curiosamente casi siempre suelen ser los políticos y las grandes multinacionales.
Esta historia comienza en el año 2008, cuando el fotógrafo Gervasio Sánchez fue galadonado con el Premio Ortega y Gasset de Fotoperiodismo del diario El País. Cuando Gervasio Sánchez subio al estrado a recoger su premio, ante una audiencia en la que figurada la vicepresidenta del gobierno María Teresa Fernández de la Vega, el presidente del senado, Javier Rojo, varios ministros, la presidenta de la comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre y el alcalde de Madrid, Alberto Ruiz Gallardón, entre otros, se atrevió a hablar claro acerca de un tema que por su crueldad y ruindad extremas pocos se atreven a hacerlo. He aquí su discurso:

"Es para mí un gran honor recibir el Premio “Ortega y Gasset” de Fotografía, convocado por El País, diario donde publiqué mis fotos iniciáticas de América Latina en la década de los ochenta y mis mejores trabajos realizados en diferentes conflictos del mundo durante la década de los noventa, muy especialmente las fotografías que tomé durante el cerco de Sarajevo.
Quiero dar las gracias a los responsables de Heraldo de Aragón, del Magazine de La Vanguardia y la Cadena Ser por respetar siempre mi trabajo como periodista y permitir que los protagonistas de mis historias, tantas veces seres humanos extraviados en los desaguaderos de la historia, tengan un espacio donde llorar y gritar.


No quiero olvidar a las organizaciones humanitarias Intermon Oxfam, Manos Unidas y Médicos Sin Fronteras, la compañía DKV SEGUROS y a mi editor Leopoldo Blume por apoyarme sin fisuras en los últimos doce años y permitir que el proyecto “Vidas Minadas”, al que pertenece la fotografía premiada, tenga vida propia y un largo recorrido que puede durar décadas.

Señoras y señores, aunque sólo tengo un hijo natural, Diego Sánchez, puedo decir que como Martín Luther King, el gran soñador afroamericano asesinado hace 40 años, también tengo otros cuatro hijos víctimas de las minas antipersonas: la mozambiqueña Sofia Elface Fumo, a la que ustedes han conocido junto a su hija Alia en la imagen premiada, que concentra todo el dolor de las víctimas, pero también la belleza de la vida y, sobre todo, la incansable lucha por la supervivencia y la dignidad de las víctimas, el camboyano Sokheurm Man, el bosnio Adis Smajic y la pequeña colombiana Mónica Paola Ojeda, que se quedó ciega tras ser víctima de una explosión a los ocho años.

Sí, son mis cuatro hijos adoptivos a los que he visto al borde de la muerte, he visto llorar, gritar de dolor, crecer, enamorarse, tener hijos, llegar a la universidad. Les aseguro que no hay nada más bello en el mundo que ver a una víctima de la guerra perseguir la felicidad. Es verdad que la guerra funde nuestras mentes y nos roba los sueños, como se dice en la película “Cuentos de la luna pálida” de Kenji Mizoguchi.
Es verdad que las armas que circulan por los campos de batalla suelen fabricarse en países desarrollados como el nuestro, que fue un gran exportador de minas en el pasado y que hoy dedica muy poco esfuerzo a la ayuda a las víctimas de las minas y al desminado.
Es verdad que todos los gobiernos españoles, desde el inicio de la transición, encabezados por los presidentes Adolfo Suarez, Leopoldo Calvo Sotelo, Felipe González, José María Aznar y José Luis Rodríguez Zapatero, permitieron y permiten las ventas de armas españolas a países con conflictos internos o guerras abiertas.
Es verdad que en la anterior legislatura se ha duplicado la venta de armas españolas al mismo tiempo que el presidente incidía en su mensaje contra la guerra y que hoy fabricamos cuatro tipos distintos de bombas de racimo cuyo comportamiento en el terreno es similar al de las minas antipersonas.
Es verdad que me siento escandalizado cada vez que me topo con armas españolas en los olvidados campos de batalla del tercer mundo, y que me avergüenzo de mis representantes políticos.

Pero como Martin Luther King, me quiero negar a creer que el banco de la justicia está en quiebra, y como él, yo también tengo un sueño: que, por fin, un presidente de un gobierno español tenga las agallas suficientes para poner fin al silencioso mercadeo de armas que convierte a nuestro país, nos guste o no, en un exportador de la muerte. 
Muchas gracias"

Es fácil deducir que dicho discurso no fue aplaudido por muchos de los presentes. Es lo que ocurre cuando se cuentan las verdades y las vergüenzas que algunos pretenden ocultar. Desde ese día, Gervasio Sánchez ha sido condenado al ostracismo y al olvido por parte de toda la prensa.

miércoles, 14 de septiembre de 2011

LA TRANSMISIÓN DE LA PROPIEDAD: LA HERENCIA Y EL YUGO

Esto no es un comentario o una reflexión sobre algún tema de actualidad, sino sobre una idea que me ronda por la mente desde hace mucho tiempo. En estos días en que odo se debate y se cuestiona, todo se revisa y se repasa, creo que hay una cuestión clave, totalmente decisiva para enender el tipo de sociedad y sistema económico y político que tenemos: la transmisión de la propiedad. Los hijos y nieos de la gente adinerada suelen seguir siéndolo, y a la inversa: los hijos y nieos de trabajadores también acostumbran a serlo. El sistema educativo ya posee por sí mismo bastantes trampas y obstáculos para una verdadera equiparación entre clases sociales (como el dinero público que se destina a "concertar" escuelas privadas). Pero el quid de la cuestión, en mi opinión reside en la herencia, la transmisión de la propiedad dentro de una misma familia.

Ya sé que de anemano es un asunto impopular. Quien más quien menos aspira a dejar a sus descendientes unos ahorros o el piso que tanto sudor le costó adquirir. Y no se trata de eso, sino de reformar (REFORMAR de verdad, en mayúsculas, no masacrar derechos como se esila últimamente) esa transmisión, esas herencias, en el sentido de un IRPF. Es decir, realizar tramos de valor de la propiedad en los cuales el estado puede ir recaudando un porcentaje cada vez mayor. Además, con un mínimo por debajo del cual nada se toca y la heencia puede pasar en su totalidad de padres a hijos u otros familiares.
Esa sería, además, una opción más justa para redistribuir riquzea y aumentar la igualdad de oportunidades (para entendernos, los hijos de Emilio Botín jamás irán al INEM, pero los míos o los tuyos... ¿quién sabe?)

Imaginemos un mínimo exento de tributo de, por ejemplo, 500.000 euros; da para un par de pisos y algún garaje, ¿no? A partir de aquí, aparecen los porcentajes (siempre a modo de ejemplo para entendernos): entre 500.000 y 1.000.000 de euros, un 5%; entre 1 y 2 millones, un 10%... y así hasta un gravamen máximo de... Bueno, por pedir, pues un 50 o un 75% (¿en serio que la hija de Amancio Prada quedará desamaparada y en la ruina si "sólo" se queda con el 25% de la fortuna de su padre?).
Ni que decir tiene que esto aumentaría los recursos públicos, recursos que podrían invertirse en muchas materias (educación, sanidad, servicios sociales, medio ambiente, pensiones, etc.). ¿Habría una actuación fiscal más saludable que esta?