La tragedia alimentaria del Cuerno de África, que tiene a Somalia en su epicentro, afecta ya a 12 millones de personas (720.000 de las cuales son niños en riesgo de muerte inminente), según la FAO (Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura). Para tratar de la hambruna en la región y de la crisis de refugiados económicos y alimentarios en el este de África, la FAO ha programado hoy una reunión en Roma con los 191 estados miembros de la ONU. La situación de Somalia y los campos de refugiados de Kenia y Etiopía no sólo es urgente, sino todo un síntoma de la podredumbre de nuestro sistema económico global, del egoísmo del Primer Mundo, y de la codicia y la falta de ética y humanismo en las elaciones entre seres humanos.
A fin de hacer frente a la crisis humanitaria, la ONU ha solicitado un total de 1.130 millones de euros a los países miembros, pero hasta la fecha sólo ha podido reunir el 20% de esa cantidad (Estados Unidos ha aportado unos 350 millones, el Reino Unido 100 millones, España, 14; otros países "democráticos" como Francia o Italia aún se lo están pensando). Pero claro, como lo importante hoy en día es "calmar" a los mercados y frenar el déficit público, no parece haber espacio para habilita partidas presupuestarias de carácter humanitario; las reservamos para rescatar a la banca.
Un pequeño ejemplo de la ruindad de nuestro sistema: según una portavoz del Departamento de Sensibilización de Unicef, serían necesarios 22 millones de euros para atención inmediata durante los próximos tres meses en somalia. 22 millones de euros, la mitad de lo que vale el fichaje de un futbolista medianamente famoso, o apenas el doble de lo que cobra Rodrigo Rato por presidir ese engendro engañoso y filibustero llamado Bankia.
Cada día mueren en Somalia adultos y niños. Cada día. Algo que podría evitarse con apenas el 1% de lo que cuesta el rescate a Grecia, o con el 10% de los beneficios de una única empresa (Telefónica) en el 2010. Pero preferimos recortar el déficit público, dar dinero a la banca, tener ejércitos que cuestan un ojo de la cara, o dar multimillonarias ayudas al sector energético. ¿Qué importan unos cuantos cientos de miles de niños africanos? Alguien los adoptará, ¿no? Vergüenza, cobardía, codicia... Faltan los epítetos ante determinados comportamientos. ¿Cuántas personas más tendrán que morir (de hambre, de sed, de pobreza, de enfermedades perfectamente tratables) para que algo cambie en este planeta?
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